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Ciudad Solari

Ciudad Solari

Eduardo Amin Pece, enviado especial para SDEROCK

Con casi dos años de ausencia en los escenarios, la espera de los fanáticos se agiganto, y el show mendocino dejo en off side a todo el mundo incluso a la propia organización que termino casi triplicando la capacidad del primer lugar elegido para el recital: el estadio Malvinas Argentinas en la Ciudad de Mendoza. De todas formas esto fue en la previa, y para el día del show todo el mundo sabía lo que iba a pasar. Cada medio apuntaba a una convocatoria de más de 120.000 personas para el espectáculo en elAutódromo Jorge Ángel Pena de la localidad de San Martin. La cifra logra un verdadero hito mundial de entradas pagas en un recital, al cual solo se le acerca el propio Solari en Junín 2011, o en diciembre de 2010 en Tandil.

En este caso el lugar elegido resulto el ideal, transformándose en una verdadera “Ciudad Solari”, con enormes predios para que todas las modalidades de arribo sean compensadas: colectivos, combis, y autos; e incluso aviones. Con un centenar de puestos de ventas instalados en los alrededores, y miles de carpas, el paisaje emulaba lo que sucede en cada misa india, pero esta vez todo estaba agigantado por la enorme convocatoria y el frio polar.

Desde las primeras horas del sábado 14 de septiembre los colectivos no paraban de llegar al predio, y al bajarse los comentarios de todos coincidían, y es que la ola de frio intenso que invadió al país, no trato para nada bien a los “ricoteros” e incluso, se puede tomar como una prueba más aparte de las distancias a sortear; como broche de oro durante el espectáculo una intensa llovizna, que en algún punto fue agua nieve, término siendo la última prueba que tuvieron que soportar los “patéticos viajantes”.

Los shows del Indio atraviesan toda clase social, y si bien tiene a la fisura, como estandarte en los noticieros amarillista, el reciente documental Piedra que late (2013) dejo en claro que la experiencia para algunos ni siquiera tiene que ver con el alcohol o con las drogas, y trascienden a la música incluso, para transformarse en algo de tinte religioso.

Con la reventa eliminada casi al instante, la compra de las entradas se dio hasta minutos antes del show, en época de crisis económica a nadie pareció molestarle el costo de 300 pesos para ingresar.

El recital arrancaría pasadas las 22:15 hs, cuando el mar de gente superaba la consola de sonido, la primera línea de cinco torres repetidoras y la segunda que constaba de dos. Las imágenes tomadas por fotos aéreas desde helicóptero que no paro de dar vueltas por el aire de la “Ciudad Solari”, son conmovedoras.

El primer regalo de la noche se dio en ese instante cuando “Luzbelito y las sirenas”, el tema que abre la obra cumbre de Patricio Rey editada en 1996, servía para dar la bienvenida. Luego llegaría el “Templo de Momo” marcando un poco la temática de la noche dedicada casi en gran parte a la última etapa de Los Redondos, la más interesante del grupo en el aspecto musical y la más dejada de lado por el grueso de sus seguidores.

Aparte de las enormes pantallas, elevadas torres de sonido buscaron desde la organización que la música llegara de la mejor manera, pero el viento jugo totalmente en contra y solamente los que estuvieron cerca de alguna de las torres pudieron escuchar medianamente bien. Aparte de esto, al Indio a sus 64 años, le cuesta bastante llegar a las notas altas, e incluso entro tarde en varias oportunidades. Aunque por suerte su performance vocal esta todavía lejos de lo que sucede en un recital de Charly.

En sus intervenciones para con el público, Solari, tras sus lentes oscuros reglamentarios, se mostró alegre y hasta de buen humor, vistiendo un buzo de la banda inglesa The Who, más un chulo de cuero que lo asemejaba al personaje del barril, creado por Chespirito. Agradeció constantemente la demostración de afecto, las penurias vividas por todos para poder llegar y como hecho destacado dedico varias canciones, con nombre y apellido.

Su banda como siempre relució, y es que el dream team de la música argentina, es algo que sobrepasa todo, dolorosamente el enorme marco y el viento le jugaron absolutamente en contra y salvo algunas excepciones el despliegue instrumental se perdió para la mayoría que no estaba cerca del escenario. Incluso Solari se privó de nombrarlos uno por uno como en otras oportunidades, así que salvo Débora Dixon, a la cual el calvo cantante le pidió disculpas por no dejarla interpretar “Blues de la libertad”, ningún fundamentalista fue aplaudido en solitario.
Las joyas redondas inesperadas fueron “Todo preso es político” que desato un buen pogo, y “Las increíbles andanzas del Capitán Buscapina en Cybersiberia” en una gran versión, más las sorpresa de “El pibe de los astilleros”. A medida que pasaba el show se dieron varias pausas para limpiar el escenario que “era una pista de hielo”, según lanzo el cantante.
Los temas de la etapa solista, son recibidos cada vez mejor, en especial “Vino Mariani”, y la cuasi metalera “Todos a los botes!”. A pesar de que no fueron muchas, las bengalas volvieron y dijeron presente, no se hizo mención a ellas desde el escenario, eso sí, en la previa todo el tiempo se emitieron anuncios de “no a la pirotecnia”, pero evidentemente desterrarlas es algo imposible.
Para el final la seguidilla “Juguetes Perdidos”, “Flight 956” y “Jijiji” evito cualquier tipo de sorpresa y cayó en el lugar común de cada misa india, antes de que se desate “el ahora si pogo más grande del universo”, Solari se despidió de todos y los fundamentalistas lanzaron su ultimo gruñido para que el autódromo delire en ebullición rockera.
Los aplausos finales sonaron para todos, y pasada la medianoche empezó la peregrinación del regreso, que se dio en calma, lentamente; y bajo las constantes miradas de las cámaras fotográficas y celulares, que no paraban de enfocar a la enorme masa de gente en retirada.
Tetris del terror
Como dato para tener en cuenta en el futuro, la organización y acomodamiento de los colectivos fue un verdadero desastre. Solo logro que miles de personas sumamente cansadas, deambulen durante horas y horas buscando sus micros. A diferencia de otras veces donde se los estaciono al costado de la ruta, esta vez se optó por ordenarlos tipo tetris, y fue la peor decisión que se pudo tomar. Generando demoras, congestionamientos, e incluso el abandono de varios pasajeros que no llegaron a tiempo a los colectivos.
Foto: Mario R. Sar

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