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Nebbia y Pez

Nebbia y Pez

Tal como lo hiciera en su labor junto a Los Reyes del Falsete o combos como “La Luz”, en donde militaba el propio Sanzó (cuando todavía se hacía llamar Ariel Minimal), el autor de “La Balsa” se nutre de sangre más joven y rockera (Juan Ravioli, en guitarras y teclados; Franco Salvador, en batería; Fósforo García, en bajo; y el propio Sanzó) para darle nueva vida a composiciones que parecieran no tener tiempo.

Por su parte, Litto alterna guitarras y teclados, además de llevar la voz líder. El resultado es un potente disco, en donde predomina un rock bluseado, con la presencia de órganos hammond y filosas guitarras que recuerdan a Los Gatos de la segunda etapa, cuando Pappo hizo su ingreso en lugar de Kay Galiffi. Precisamente, no es casual que cuatro de las ocho canciones que originalmente formaron parte del disco “Rock de la mujer perdida” sean de la partida en esta ocasión. Claro que también hay lugar para algunas nuevas canciones y un bonus track en donde dice presente la infaltable “La Balsa” y “Pato trabaja en una carnicería”, el himno escrito por Moris, cuya letra resulta la versión local de la famosa frase “Dream is over” (“El sueño terminó”) con la que John Lennon puso punto final no sólo a los Beatles, sino también a la utopía hippie de los ’60.

El disco abre con “Rodar”, una balada que se inicia con una larga introducción de guitarras acústicas, con aires de bluegrass, aunque sin el afectado slide, lo cual ya la pone en un lugar diferente. Sobre esa base, la voz de Litto se alterna con la de Ariel Sanzó en frases que parecieran dejar por sentado el espíritu que motivó la realización de este disco.

“Así empezó esta historia, mucho tiempo atrás, sin usar calendario ni celular”, canta el prócer del rock en uno de los pasajes destacados de la canción.

Luego de este ingreso de solo guitarras y voces, “Hogar” presenta a la banda completa en un plan rockero, con fuerte presencia de la guitarra y arreglos vocales tan caros a la música beat a los que Litto ya había podido recurrir en su unión con “Los Reyes del Falsete”.

Le sigue “Rock de la mujer perdida”, en una versión en donde Sanzó se calza, sin perder identidad propia, el traje de Pappo y logra reeditar el sonido original de este potente rock. El clima blusero continúa con otro clásico “Los días de Actemio”, con un piano que marca el ritmo de la canción mientras la guitarra de Sanzó trabaja de fondo unos fraseos bien característicos del género.

El tándem “El rey lloró” y “Madre escúchame”, ambos registrado el primer disco de Los Gatos, funcionan como una suite, que se inicia con una bellos arreglos, cargados de preciosismo, gana en intensidad con un tono más rockero, recurre a algunos arreglos más tradicionales del tema y finaliza nuevamente con un toque rockero que colma de eclecticismo a la canción. Nuevamente, en este caso, Litto comparte la primera voz con el líder de Pez, al tiempo que los arreglos vocales vuelven a ocupar un rol central en los arreglos.

“No fui hecho para esta tierra”, con su órgano hammond y su ritmo machacoso y dinámico, trae de regreso el blues al disco, en un pasaje que gana en grandilocuencia cuando llega el turno de “Lágrimas de María”, una composición que empieza en plan solista pero que anuncia desde el principio que ese clima será roto en cualquier momento por un tono más rockero.

“Aromas de una esquina” es una composición de Nebbia y Sanzó, en donde la guitarra lleva el ritmo principal de la canción, con un leve aire funky, aunque en un tono reposado, lo cual sumado a unos arreglos de flauta, da respiro al rock y blues que atraviesa el disco.

El clásico “Mujer de carbón” con su tradicional vueltas de solos y palmas y la marchosa entrada de “Soy de cualquier lugar” le devuelven el tono predominante al disco, a la vez que vuelven a aparecen los arreglos vocales.

Una percusión casi tribal y una posterior entrada de bajo aportan misterio para “Cadenas y monedas”, una emotiva canción que destila en su letra aires de libertad; la cual es seguida por “Las palabras mágicas”, otro medio tiempo compuesto por Nebbia y Sanzó; y cierra el disco una versión instrumental de “Rodar”, en donde las guitarras bluegrass son remplazadas por el efecto de toda la banda.

A modo de bonus track, aparece “La Balsa”, que logra despegarse de su versión original gracias a la sutil distorsión en la guitarra de Sanzó y “Pato trabaja en una carnicería”, que podría conversar tranquilamente con “Rodar”, primer tema del disco, como una suerte de lo que quiso ser y lo que terminó siendo este gran movimiento cultural llamado rock argentino.

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